Machas de Petróleo


Las bolsas de plástico desbordan materia fecal, comida putrefacta, pedazos de piel purulenta y demás desechos desagradables. Gravitan sobre ellas moscas y desprenden un olor fétido y nauseabundo que habita en mi nariz. Puedo evitar no olerlo una vez, puedo evitar no mancharme también, pero no cientos, quizá miles de veces al día. Ya sea bajo el abrasador verano o bajo el inclemente invierno, ya de día, ya de noche, lidiar con los desechos de los demás no es nada grato.

Varias duchas con agua ardiente son tomadas, abunda el detergente, abundan las esponjas y también la espuma, mucha espuma, sin embargo, no importa cuánto se talle, las manchas en su piel no desaparecen. Talla desesperadamente hasta llegar al hueso pero las manchas no se quitan y el fétido olor aún anida en su nariz. No existe minuto ni segundo en que no maldiga su trabajo.

Un día, recogiendo los deshechos de La Gran Ciudad Jhon H. se topó con un periódico y leyó el siguiente titular: “Hombre pierde la razón y recibe tratamiento psicológico por recoger la basura de la red”. Jhon H. quedo perplejo ¿Qué clase de basura seria? Había visto todo tipo de material inefable, atrocidades inimaginables e imágenes que hasta el día de hoy no lo dejan dormir. Sorprendido
de que pudiesen existir tópicos censurables en la red, siguió leyendo, según el artículo, el hombre no podía ver ningún tipo de comida sin empezar a vomitar, toda relación entre padres e hijos le parecía impúdica, sus partes intimas le generaban dolor al verlas, pero lo que más le llamo la atención, fue que no podía ya ver el
claro y hermoso cielo sin reventar en sollozos y lagrimas.

Allí, donde el alma se aparta del recto camino y envilece el corazón, allí, donde los pensamientos más bajos son concebidos por hombres atormentados, atormentados también aquellos quienes deben recoger los desechos que sus mentes perversas y retorcidas conciben.

Supongo que mi trabajo no es tan malo del todo, prefiero recoger la basura física de las personas y no la basura del alma, prefiero tener este olor nauseabundo en mi nariz y una que otra mancha en mi piel que tener el alma atormentada y perturbado el corazón.

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