Los Geranios de Shelly



Lo lamía con tanto entusiasmo y dedicación, pero sobre todo, sin la mas mínima pisca de pudor, tanto, que bien pudiera haber hecho sonrojar a la mismísima  Sasha Grey.
— ¿Así te gusta papi? —susurraba— Y sujetaba su pene como si fuese faro en medio de la neblina, como mástil a su barco que sujeta las velas.
Si, —contestó extasiado—  ¡Así, sigue, sigue chupando ahora agárramelos, agárramelos fuerte!
 Me encanta chupártelos y que te corras en mi boca papi.
—¡Chúpale más perra! —Gritaba, mientras la cacheteaba repetidamente— ¡mas! Así, así ¡oh, nena me vengo, me vengo…!
 —Aun no papi, —gemía extasiada— aun no término. Deja lamerte el culo también.
El cuarto sucio y polvoriento en donde se encontraba la cama, quedaba ya muy lejos del suelo, pues esta, parecía levitar sujeta por un montón de céfiros malignos o quizá súcubos o avispas, cuyo aleteo era disonante y se confundía con el abanico oxidado de techo.
 Espera, no me he bañado además acabo de cagar y…
No importa, —le interrumpió—  ahora si le podré llamar beso negro, además pagaste por el servicio completo y me gusta que mis clientes salgan satisfechos.

No habían pasado siquiera segundos y ella, con su lengua de salamandra ya palpaba sus nalgas, ya su escroto, ya su ano, con rapidez implacable lo exploraba, no dejando lugar sin llenar de saliva, su boca figuraba la del dragón de comodoro, solo que esta, mezclada se encontraba de saliva,  saliva con heces, heces con  semen y semen con menstruo.

Y así estuvieron largo tiempo; él, tendido culo arriba y ella de cuclillas, hasta que introdujo su pequeña y traviesa salamandra en su ano, dió un respingo y se contorsionó de placer, ya no salían palabras de su boca sino simples y lastimeros balidos y de ella nada más que inmundicia, inmundicia de palabras no pronunciadas correctamente, inmundicia que la embriagaba sobremanera.   

Animal triste post coitum, y los dos yacían entre anfibios de toda clase, algas y lirio de agua, mosquitos que les zumbaban los oídos, libélulas que gravitaban en derredor.
Súbitamente, alguien abrió la puerta y Víctor aun en su idilio no alcanzó el revólver 9 mm que metió entre el colchón y la base de la cama, el cuarto oscuro fue de golpe iluminado por centellante luz, sus ojos no percibieron sino una silueta cuya mano se elevaba por lo alto y cuyos ojos humeantes parecían salirse de sus órbitas, sostenía un objeto pesado y rasposo  y le asestó tremendo golpe.
 —Serian *** pesos más, —dijo María, mientras se quitaba la mierda de entre los dientes— el infeliz tenía el culo lleno de caca y parecía no haberse bañado en años, aun tengo ese horrible sabor en la punta de la lengua —y escupió sobre el cuerpo desnudo e inconsciente de Víctor.
—Si, tómalos no me importa he esperado mucho este momento, al fin lo tengo cogido al hijo de perra, al fin —dijo con risa maléfica— y lo llevó a rastras e inconsciente hasta su furgoneta en medio de la noche, desnudo y sin una mínima gota de semen en su epidimio.
El rostro de María  nunca se pudo ver del todo, la luz lo impedía, sus ojos habían estado habituados a la penumbra. ¿De qué le servía ya, saber el rostro de su otro cliente o del primero, si ambos habían pagado la cuenta? ¿De qué le servía preocuparse por la suerte de ambos? Se vistió con la agilidad de un leopardo y de nuevo volvió a las calles mal olientes y purulentas de Reforma y Juan Méndez, aun no era media noche y le esperaba larga jornada en medio de luces neón, travestis  gordas y entaconadas.

***

Lo despertó la quemadura en su espalda. Sus muñecas ardían también, estaba siendo arrastrado desde hacia sabe cuánto, llevaba los ojos vendados y había mucho ruido (parecían como sierras oxidadas, o como mofles a punto de explotar y un constante traqueteo), intentó gritar pero un trapo lleno de gasolina se lo impidió, costabale respirar, el smog lo impedía y de vez en cuando algún liquido (del cual, persuadido estaba no se trataba de agua). Sudaba a chorros y no solo estaba atado por las muñecas sino también de los pies. 

Al fin lo aventó con fuerza casi sobre humana sobre un montón de tachuelas y lo dejó allí largo rato. Cualquier movimiento hacia que se pinchara inexorablemente.
 — ¿Donde estoy? ¿Quién puta madres eres tú? ¿Eres de los del golfo? ¿Eres de los mata Z´s —y sus preguntas salían a tropel interrumpiéndose unas a otras constantemente, la saliva que expedida ya por los gritos ya por los nervios semejaba lluvia de cristales.
Le miraba impávido, e indolente. Duró varios minutos allí, saboreándose la dulce y lenta venganza, hasta que al fin decidido lo sentó en una silla y le descubrió los ojos.
—Que puta madres que es esa pinche mascara, —dijo lleno de asombro y terror.
—Hoy haré algo con tu mísera vida. Hoy —y levantó el dedo índice hacia el cielo con entera solemnidad—  haré que tu paso por este mudo tengo un sentido.
— ¿Que putas vergas dices? Anda ya ambos trabajamos en lo mismo. Te puedo ayudar con toda la información que necesites pero —y aquí pareció haber entendido que no había vuelta de hoja, iba a morir, sin embargo, hacia lo ultimo para que fuese una muerte rápida e indolora.
  —Mira —imploraba Víctor— si quieres, te puedo dar el nombre de los halcones que están en la zona poniente, tengo toda la información en mi casa y…
—No, yo no trabajo en esto, ni soy de tus bandas rivales, y me importa un pito tu dinero.
Pero, entonces ¿Por qué?, ¿por qué a mí? No lo merezco.

Era una tarde de verano, una tarde de 45 grados y Shelly yacía boca abajo en el asfalto ardiente de la calle Padre Mier, donde cientos de personas huían despavoridas por los disparos. Su bolsa y todo lo que llevaba dentro estaba regado a lo largo de la avenida, ella se  desangraba lentamente. Una bala perdida le fue incrustada en la sien. La sangre era evaporada por el intenso calor, parecía como si le hubiesen puesto debajo de un comal.

—Por supuesto que lo mereces mal nacido —decía encolerizado— lo que no mereces es saber el por que. ¡Te lo llevaras a la tumba!
  —¡No se de que chingados hablas!, ¡yo no se de que hablas —repetía gimoteando— me confundes yo no fui yo solo soy un administrador, no soy sicario…!
Pero ibas con él y también tienes las manos manchas de su sangre ibas con él y por tanto eres también culpable…
 — ¡Con una chingada! No se de que hablas wey.  De seguro me confundes
Tu amigo Oziel quien yace allí, justo debajo de tuyo (y pudo ver una especie de masa viscosa que expiraba burbujasme conto todo.
«Hey Víctor, ven a ver todo el desmadre que hiciste mira a esa vieja de allí con el culo arriba se le ve toda la tanga, deberías de hacerla a un lado y cogerla es lo más cercano una vieja que no sea puta que tendrás en tu vida»
 —Yo ni lo conozco ese no...
Y de pronto saco un cable y le azotó el pecho, el perro aulló y resonó por toda la bodega. Sacó también 9 grandes clavos y cuatro fueron destinados para el testículo izquierdo y la misma cantidad al derecho. Reservó el sobrante para el pene. Los clavó con parsimonia a la silla, apenas el primero atravesó el izquierdo y fue como si reventase un huevo podrido. El chisguete manchó todo a su alrededor incluyendo al prometido de Shelly
— ¡No mames! ¡No mames! Y se desgarraba la garganta de dolor— ¡me arde! En ese instante empezó a vomitar y se desmayó.
Y frente a sus ojos danzaron todos los rostros de hombres, mujeres y niños a quien había dado suelo, recordó los agonizantes ruegos y los lastimeros llantos de dolor e impotencia de sus víctimas a quienes nunca mostró una pizca de piedad.
El prometido se apresuró y le inyectó algo que de inmediato lo recobró  paró la sangre que salía a borbotones.
— Yo solo seguía ordenes siempre lo he hecho,  no es nada personal, no se a quien pude haber herido — gritaba el infame Víctor— ¡Mátame! Mátame ya chingado — imploraba agonizante—  y unos filamentos de burbujas hechos de saliva caían de su boca lentamente…

 Shelly amaba las flores, en especial los geranios. Siempre lo hizo. Los regaba todos los días pero desde que se ha ido no hay nadie que los riegue ya, se han secado, ¿de que sirve hablar de lo hermosas que eran si nada hay más fugaz que la forma exterior que se marchita y se altera sea por la llegada del otoño o por el paso inexorable de los años? ¿de qué sirve ya hablar de lo hermosa, suave, grácil y nívea que era aquella mano si de ella no queda más que polvo, no por el paso de los años sino  por una bala que terminó prematuramente con el cuerpo al que pertenecía?

— Sabes — decía entre sonrisas—  la gente como tú no merece piedad, no mereces una muerte rápida, no mereces siquiera estar aquí sentado, respirando el aire de los humanos, tú no eres más que escoria, pero eso cambiara, ya lo veras. Hoy haré de ti algo digno, daré a tu existencia una utilidad, una razón de ser y lo convertiré en algo hermoso.
—¿Qué? ¿De qué hablas? No te basta con…
Pero, antes de que el infeliz pudiese terminar la sentencia, le propinaron un mazazo que terminó por dislocarle la mandíbula, la tenía colgando y toda clase de líquidos caían entremezclados los unos a los otros hasta tocar el suelo y revolverse con el polvo y la herrumbre de aquel lugar. Su espalda sangrante, las muñecas gangrenadas por el alambre de púas al igual que sus tobillos, sus partes pudendas clavadas a la silla fría, el sudor, y la bilis se derramaban por la fisura de las nalgas. El prometido de Shelly, se apresuró a inyectarle mas y mas soluciones para que no quedase inconsciente,  luego, sacó un machete, uno herrumbroso pero muy afilado y a machetazos le arrancó el brazo, no de un tajo sino de varios, el chisguete de sangre se disparó por todos lados mientras más lo macheteaba el chisguete salía y salía pero Víctor no podía gritar de dolor, sus ojos lo expresaban todo, sus ojos inyectados de congoja, de impotencia y de miedo, sobre todo de miedo pues su tormento lejos estaba de terminar.
— Mírate nada mas — señala con ironía el prometido de Shelly— ahora no eres más que un enclenque eunuco que ni siquiera puede gritar de dolor.  
Víctor se convulsionaba estrepitosamente ya no se sabe bien si por el dolor o por el exceso de drogas que se le suministró para que no quedase inconsciente. Mientras tanto el prometido recogía el brazo cercenado y lo rodeaba con alambre de púas Víctor lleno de espanto y terror se movía cada vez mas hasta que se fue de bruces y dio al suelo lleno viscosidades que su cuerpo había expedido, con su agitado respirar movía la viscosidad como vaivén de olas en el mar, era un mar de liquido ocre y su culo quedó al aire
—Vaya que conveniente, — y se frotaba maliciosamente las manos—   me has ahorrado el trabajo de ensuciarme la bota y patearte al suelo. Me ha caído de perlas tu posición.
 Y allí, con el culo al cielo, fue atrozmente sodomizado con un su propio brazo lleno de púas, que aun se movía, se movían los dedos, se movían por el sufrimiento que aun sentían, no terminaba de asimilar que, ya no pertenecía a aquel desecho y sanguinolento cuerpo. No era necesario lubricante ni nada por el estilo la sangre, bilis y demás líquidos se derramaban hacia la fisura de las nalgas y servían perfectamente como lubricante. Víctor era de complexión robusta así que, no solo le despedazó el ano por completo sino que también la piel que lo rodeaba quedó atrozmente rasgada y así estuvo largo rato sodomizándolo a intervalos ya rápidos ya lentos, pero todos profundos, de no ser por la concepto de venganza de la escena, en algún punto parecía ser como si ambos; torturado y torturador disfrutasen el acto. Lo sodomizó casi hasta el amanecer, su cuerpo aun se retorcía, después de tan brutal tormento. Aun se aferraba a la vida. Quizá Jean de la Fontaine tenía razón cuando afirmaba que: «el ser humano prefiere sufrir antes que morir», pero de nada sirve ya elucubrar sobre dicho asunto. Como se decía, Víctor era de complexión robusta y el prometido era una persona que no se permitía el no desayunar, así que corto un trazo de pierna, de papada, de lengua, de oreja, de nariz en fin, todo cuanto podía devorarse pues como le había prometido a su víctima haría de él algo digno y hermoso y en efecto lo hizo.

Durante las siguientes semanas solo se dedicó a comer los restos de aquel que terminó con la vida de su mujer. Degustando feliz y devotamente cada fibra de carne que le arrancó. Recolectó y guardó pacientemente  sus heces. Todas las mañanas después de ese día se dirigía al cementerio donde yacía Shelly, las heces que antes formaban el cuerpo de un asesino, fertilizaba ahora los geranios que tanto le gustaban, de vez en cuando solía también fertilizar las tumbas aledañas en honor a las víctimas que habían sido injustamente asesinadas por el narco.

El prometido tenia ahora el consuelo que sobre la tumba de su amada crecían las flores que tanto adoraba y tanto le alegraban la vida, ahora, desde el cielo, ella puede ver como florecen y beben del sol la luz que necesitan para echar raíces y estas penetran lentamente la tierra, trazan un camino que se bifurca hasta llegar al féretro de Shelly y allí, liando una y otra vez, abrazan por completo los restos del cuerpo que tanto las amó. 

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