Uno de los bestiarios más famosos es, sin
duda alguna “The Aberdeen Bestiary” que
apareció por primera vez en Inglaterra alrededor del siglo XII según fuentes
fidedignas, allí pueden encontrarse todo tipo de seres extraños a saber; faunos, seres de doble sexo, animales con
manos de seis dedos, sirenas, hipocentauros, gorgonas, arpías, íncubos,
dracontópodos, minotauros, linces, leopardos, quimeras, cinóperos con morro de
perro, que arrojaban llamas por la nariz, dentotiranos, policaudados, serpientes
peludas, saalamandras…
— ¿Y según usted — le interrumpió abruptamente Benji— existe un
lugar en donde pueden encontrarse dichas criaturas, aquí en nuestra tranquila y
apacible ciudad de Monterrey?
—No solo existe, sino que además se puede
copular con algunas de ellas —exclamó con el orgullo propio de quien ya ha realizado
el acto a posteriori.
—Pero entonces —preguntó extrañado el pequeño
Benji— ¿Por qué no organizamos un viaje a dicho lupanar y damos por terminado
el tema de los Bestiarios en la edad media?
—Queridísimo Benji, ustedes son libres de ir
siempre y cuando hayan terminado los reportes que les he encargado sobre dicho
tema. Les exhorto a que una vez terminado dicho trabajo, tendrán ustedes todo
el conocimiento requerido para visitar un lugar como ese. Me sentirá terrible
al enterarme que han ido sin saber las consecuencias que acarrea visitar un
lugar cuya envergadura amerita…
— No se preocupe profesor Granados, —volvió a interrumpir Benj— esta noche quedarán cubiertos todos los
capítulos.
—Eso espero, por tu bien y el de tus
compañeros.
Mientras se retiraba de la clase Benji sostenía
un soliloquio cuyo único móvil era el enumerar adjetivos peyorativos hacia su
pedante profesor. Al ir caminado por los
pasillos de la facultad se encontró con Jaime, quien al parecer habría recibido
un WhatsUp de parte de un tal Elías.
Jaime quedo atónito al ver que todo encajaba en su lugar y que esa misma noche
podrían visitarlo.
— ¡Benji, lo hemos encontrado, lo encontramos! —refería extasiado, sus ojos eran como canicas relucientes dispuestas
a ser lanzadas por infantes libres de pecado— Elías ya está en camino, nos
recogerá en Avenida Universidad. Apresúrate y deja tus libros en el locker ya
sabes cómo es ese tipo de especial con su carro
—No puedo, el profesor Granados me aconsejó
terminar el reporte por nuestro bien ya que era necesario…
—Bah, que pueril, —chistó con hastío— me paso
su consejo por donde el Coloso de Rodas los barcos, anda déjalos ya.
—Aunque quisiera no podría, olvidé la llave en
mi casa, además quizá sirva para algo el que los lleve, uno nunca sabe.
Iban casi corriendo cuando dio lugar tal
conversación. Presos ya de una ingente lujuria. ¿Y como no habrían de tenerla?,
dado que, no se tiene la posibilidad de copular con súcubos todos los días.
Elías los estaba esperando justo en la
estación del Metro universidad. Subieron
rápidamente.
—Vamos, estamos todos juntos ahora.
¿Quieres explicarnos de una vez por todas como encontraste dicho lugar?
—Ese profesor tiene un blog llamado: “saalamandras.blogspot.com”
o algo así. Subió una reseña de tal lugar.
Al haberlo hecho desde su celular la ubicación se adjuntó junto con el artículo,
le dí click y Voilà google maps hizo el resto.
Durante el trayecto, que ambos calcularon
duraría alrededor de 40 minutos, Benji siguió leyendo y quedo dormido.
La
puerta estaba entre abierta y podía distinguirse una mesa, sobre ella había una especie de lámpara que, casi
extinguida, despedía abundante humo. No era una linterna como la nuestra. Me
armé‚ de valor y entré. Sobre la mesa, había un libro abierto en el que se veían
imágenes de colores muy vivos. Me acerqué y vi cuatro franjas de diferentes
colores: amarillo, bermellón, turquesa y tierra quemada. Destacaba la figura de
una bestia horrible, un dragón de diez cabezas, que con la cola barría las
estrellas del cielo y las arrojaba hacia la tierra. De pronto vi que el dragón
se multiplicaba, y las escamas se separaban de la piel para formar un anillo
rutilante que giraba alrededor de mi cabeza. Me eché hacia atrás y vi que el
techo de la habitación se inclinaba y bajaba hacia mí. Después escuché como un
silbido de mil serpientes, pero no terrorífico, sino casi seductor, y apareció
una mujer rodeada de luz, que acercó su rostro al mío echándome el aliento. Me
cubrí el rostro con las manos y mis manos me parecieron viscosas y palmeadas como
patas de escuerzo. Grité, creo, y sentí un sabor ligeramente ácido en la boca.
—Benji, Benji, despierta hemos llegado. —Elías
lo movía desde fuera del carro, por la ventana.
Preso de un sobresalto, Benji abrió los ojos y
al tiempo trato de incorporarse, empero, su cabeza se estrelló contra el vidrio
del auto.
—Vez lo que te pasa por andar leyendo ese tipo
de cosas, anda entremos, Jaime se ha adelantado para separarnos lugar.
—¡Pero qué Diablos! ¿Dónde estoy?
—Hemos llegado. Anda ya apresurarte —Refería
Elías mientras se alejaba y poco a poco se perdía en la neblina que reinaba por
todo el valle.
El lugar estaba justo detrás de la presa de la
boca, a lo lejos se escuchaba el sonido del agua siendo llevada por un gélido
viento proveniente del norte. Los arboles que le rodeaban parecían congelados,
pese al constante viento, estos no se movían en absoluto. Benji bajó del auto
tan rápido como pudo y por poco se fue de bruces. Así que allí estaba, el
famoso lupanar en donde se copula con seres salidos de bestiarios. La puerta,
que bien parecía una copia burda de “La
Porte de l'Enfer” de Auguste Rodin era iluminada por un fuego fatuo y un
olor a azufre casi intolerable.
—Apresurarte —Dijo Elías— Al parecer Jaime se
nos ha adelantado.
— ¿He? Ya, ya voy.
Al entrar lo primero que ambos notaron fue que
el aire era muy pesado, se dificultaba el respirar, atravesaron dos cámaras
repletas de frascos que contenían embriones deformes, y eran iluminados por una
luz amarillenta, de los embriones Benji solo puede afirmar que no son humanos,
pero tampoco animales. Una vez adentro el espectáculo fue asombroso. Una mesa de
oro cuya forma era heptagonal se elevaba a lo largo del recinto sujetada por
cadenas color ópalo sobre cada lado
había un era enorme bestia que copulaba
con humanos. Alzaron un poco la mirada y
allí, en uno de los lados del heptágono encontraron a Jaime con los pantalones
abajo y un enorme Cinocéfalo que parecía estarle felando o al menos eso
creyeron, pues aún se encontraban lejos como para poder apreciar bien lo que en
realidad estaba pasado. El Cinocéfalo media casi dos metros de alto, vestía un
hábito coral, la sotana era blanca y la muceta amarillenta cuyos rastros de
sangre eran cada vez más evidentes. Jaime tenía los ojos blancos y de su boca
parecía gotear constantemente saliva. Abruptamente el Cinocéfalo volteo a mirarlos y mostró sus
dientes llenos de un color bermellón nunca antes visto. Pareció gritarles pero
no eran más que ladridos, unos ladridos que les hicieron helar la sangre, unos ladridos
que atravesaron sus huesos hasta que de nuevo volteo a Jaime y esta vez hincó
el diente en sus partes pudendas. Benji y Elías trataron de buscar la salida lo
más pronto posible pero el paso se los cortó un Pigmeo.
—Deben tomar algo antes de irse —digo con una
voz apenas perceptible
—Hipocrás —remató Benji— y para mi amigo
perada.
—No sé qué diablos es eso deberíamos de
largarnos de una vez…
Elías le jaloneaba constantemente presa de un
pavor sin precedente, sin embargo, Benji
parecía estar cada vez más resignado a aceptar su trágico destino. Erróneamente pensó que su visita sería como
la que meses atrás había leído en “crudevicious.tumblr.com”. Pronto averiguaría cuan errado llegó a estar.
El pigmeo no tardó mucho en traer las dos
bebidas y al punto les dejo en claro que el heptágono estaba lleno y debían de
pasar a otra “mesa” esta vez, tenia forma de un dodecaedro, al igual que el
heptágono en cada lado había una bestia y un humano dando rienda suelta a sus
instintos más bajos. El pigmeo les ofreció una especie de catalogo en donde se
mencionaban las bestias disponibles y de
golpe Benji recordó “The Aberdeen Bestiary” supo
identificar algunos de los allí mencionados, pese a ser muy amplio y no incluir
fotografías ni descripción alguna, Benji no tuvo problemas para escoger la que
mejor le sentaba y agradeció desde lo profundo de su corazón a su profesor
Granados por iluminarle el sendero. Escogió una Arpía; aves con cara de
doncella, garras encorvadas y vientre inmundo, pálidas de hambre que no pueden
saciar, mancillan las mesas de los festines. Son invulnerables y fétidas; todo
lo devoran chillando y todo lo transforman en excrementos. Que mejor forma
pues, de terminar la vida —pensó Benji— quien siempre
disfrutó viendo una y otra vez el video “Two Girls One Cup”. Su tormento fue, sin duda, placentero y
escatológico a la vez. En cuanto a Elías Benji escogió por él; un Onocentaruo, matando
así dos pájaros de un tiro, por un lado, Elías siempre quiso visitar Tijuana
solo para ver uno de esos “Donkey Shows”
que hacen tan popular a la ciudad y por
otro lado creyó oportuno e irónico, que fuese sodomizado por una bestia que
suele usarse para demostrar ignorancia, misma que él mostró al no querer hacer
su tarea.
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